The Cavern fue el club más famoso de Liverpool durante los 60, y después del éxito de Los Beatles, también fue considerado el más famoso del mundo. Hoy, tal y como era, no existe. Existen recreaciones (una de las cuales usó 15.000 ladrillos del edificio original) pero The Cavern fue derruida en 1973 y el área de Mathew Street fue demolida poco después. Más sobre esto luego, que ahora vamos a comenzar la historia por el principio. Tanto Spencer Leigh como Adrian Barber, John McNally y Paddy Delaney han hecho posible este regreso al pasado. ¡Gracias a todos!
El sótano abovedado (casi una cripta) que acogió a The Cavern desde 1957 estaba en el número 10 de Mathew Street, una calle muy céntrica de Liverpool, pero sin un gran atractivo. Whitechapel sí era una calle respetable (allí estaba la sección de discos de la NEMS de Brian Epstein, y muchos otros comercios, y en el siglo XVIII y XIX había acogido a joyeros y relojeros), pero Mathew St era una calle de almacenes, estrecha, ligeramente en curva y poco luminosa. A cada lado, había edificios antiguos de siete pisos que se utilizaban sobre todo como lugares de almacenaje de frutas y verduras, con alguna que otra oficina aquí y allí. Es casi seguro que todas las edificaciones de la calle datasen del siglo XIX, incluidas sus muchos sótanos. Como ya hemos dicho, entre esos sótanos estaba el que sería The Cavern. Antes de 1957, su función había sido la de almacén. Es probable que fuese un alojamiento de esclavos desde su construcción hasta que se abolió la esclavitud en 1832.
Uno de los primeros productos que se almacenaron allí fue el bacon irlandés. Después, durante la Segunda Guerra Mundial, el local se utilizó de refugio aéreo (la Luftwaffe de Hitler bombardeó repetidamente Liverpool) y una vez acabada la contienda, el sótano recuperó su función de almacén, esta vez de vinos y licores. Brevemente también acogió a una pequeña empresa de empaquetado de huevos. En 1956, el local estaba vacío, aunque el edificio de siete plantas que tenía encima sí estaba ocupado por una empresa que suministraba equipos eléctricos diversos.
¿Como era The Cavern? Para empezar, se accedía por una puerta estrecha que sólo tenía una bombilla desnuda como iluminación. Al entrar, había una pequeña oficina y después venía una escalera de unos 18 escalones de piedra, tan estrecha como la puerta. Hay quien dice que parte de la escalera era de madera. Si la escalera era de caracol (en espiral) o no, no lo sabemos. Las escaleras de caracol eran muy populares en la arquitectura británica, hasta el siglo XIX. Por sus características, no es difícil que The Cavern la hubiese podido tener, pero eso plantea el problema del traslado de los amplificadores. Actualización (20 noviembre 2008). Andy Watkinson, que fue vecino de Liverpool, nos confirma que la escalera de acceso no era de caracol, sino que tenía un largo tramo recto, de techo muy bajo.
¿Cómo podrían subir los amplificadores de bajo del tamaño de un ataúd, que usaban Johnny Gustafson (Big Three) y Paul McCartney por una escalera en espiral que además era estrecha? Vamos a suponer que la escalera seguía la línea de los primeros peldaños - que formaban un tramo recto - y era sencilla, de un único pasaje largo. Una vez que se bajaba, se accedía a tres pequeñas naves en arco, abovedadas, de ladrillo. Las tres estaban conectadas entre sí y no eran muy anchas (diez o doce personas, hombro con hombro, bastaban para ocupar el espacio de pared a pared). La nave central (la más grande) tenía el escenario al fondo (un tablado, con un piano de pared) iluminado por una bombilla. Delante había unas pocas filas de sillas. Las otras dos naves laterales servían para acoger los urinarios, el camerino, el bar (donde sólo se servían sandwiches, sopa y Coca Cola), el guardarropa y la zona de baile, que solía llenarse de espectadores. La sensación que se tenía al entrar era la de una falta de espacio casi agobiante.
El aforo era, en teoría, de 1000 personas. El local carecía casi de iluminación (excepto en el escenario) y de ventilación. En 1957, a sugerencia de un inspector de Salud Pública, se instaló un tubo de ventilación que unía el sótano con la calle, pero resultaba insuficiente para aligerar la atmósfera húmeda, caliente y un tanto maloliente del club. La posterior colocación de ventiladores tampoco ayudó. En resumen: el cliente habitual de The Cavern sabía que poco después de bajar, estaría sudando a chorros, aunque fuese pleno invierno. Por si fuese poco, la respiración de la gente se condensaba en las bóvedas y las gotas caían sobre los asistentes. Pero de las bóvedas de The Cavern no sólo caían gotas de agua. Durante los decenios que habían pasado desde su construcción, el agua de lluvia se había ido filtrando desde la calle hasta abajo. Ese agua fue dejando depósitos de calcio en las bóvedas. Si un grupo tocaba alto o si sus amplificadores de bajo eran potentes, una fina lluvia de polvo blanco descendía sobre el mojado público local.
Escrito por Equipo de Pop Thing el 5 de Octubre de 2005 · 11:52 AM
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