Segunda parte de las reflexiones de nuestro buen amigo Manolo González, el mítico bajista de Los Brincos, sobre lo que hemos venido en llamar la intrahistoria del entorno social del grupo. En otras palabras, la vida cotidiana de los chavales que, entre 1963 y 1964, asistieron al nacimiento del mejor grupo español de todos los tiempos. Como guinda (¡inesperada!) os ofrecemos unos datos extra, ofrecidos por Ramón Morán. Si quieres leer la primera entrega, aquí la tienes. Y también puedes leer la serie desde el principio y enterarte de un buen montón de info de primera.
Manolo González: "Y la hora del aperitivo, casi todos los días y los fines de semana, nos íbamos por los bares del barrio. Pedíamos siempre cerveza y mejillones. Como podéis observar, nuestros planes en lo que respecta al ocio, no podían ser más inocentes y vulgares. A la lectura de todo esto, puede haber gente que piense que no éramos más que unos niños de papá que no se privaban de nada. Si esa es la opinión, tan solo diré que la respeto, pero no la comparto. Ya hablaremos de esto más adelante..."
"En cuanto a los estudios, debo confesar que nunca fuí un estudiante ejemplar. Sacaba los cursos a trancas y barrancas y aunque en algunas asignaturas era brillante, en otras era un auténtico desastre. En Dibujo sacaba matrícula de honor casi siempre. En Ciencias Naturales no bajaba del notable, así como en idiomas (el que aprendí fue el francés aunque luego se me ha dado muy bien el inglés). Debo admitir que mis conocimientos de inglés, se los debo a la música. Siempre tuve interés en saber qué me contaban en sus canciones los Beatles, Cliff Richard o Elvis. Historia del Arte era otra de mis asignaturas favoritas en la que destacaba. Y Literatura... unas veces brillante y otras opaco, dependiendo del movimiento literario en cuestión que se estuviera estudiando. El resto de temas...¡buff!... es difícil establecer una media. Siempre se me atragantaron las Matemáticas y eso que descubrí a posteriori la importante filosofía que encierran, pero por aquel entonces no me importaba en absoluto la metafísica de los números sino que me preocupaba que me sacaran a la pizarra para que desarrollara una ecuación de segundo grado... ¡Mal muy mal! Además debía superar un 'handicap'... Mis dos hermanos, Agustin y José Luís, mayores que yo, habían dejado espectacularmente alto el listón como estudiantes en el colegio. Los profesores, de manera amable eso sí, me recordaban constantemente que debía hacer honor a la imágen de buenos estudiantes que habían dejado ambos. Tanto es así, que cuando mi hermano Agustín decidió dejar los estudios para dedicarse al teatro, mi padre recibió una llamada del director del colegio, en la que decían algo así como "por Dios Don Agustín, no consienta que se pierda una cabeza privilegiada para el estudio..." Ni mi padre, ni por supuesto mi hermano, hicieron caso, aunque agradecieron las buenas intenciones del profesorado... Desde luego mi padre nunca recibió llamada alguna referida a mí en ese sentido. Debí elegir Letras y no Ciencias. Las matemáticas me impidieron acabar el Bachillerato Superior. Aprobé todo excepto las 'mates', así que decidí entrar en la Universidad en la Escuela de Aparejadores, ya que no exigían para ello tener el Bachillerato Superior aprobado y por otra parte se me daba bien el dibujo. Pero sólo fui a clase una semana. Nada más comenzar el curso, nos pusieron un examen de dibujo lineal. Mi compañero de pupitre entregó su dibujo con manchas de tinta raspadas, errores en el trazado... en fín, un desastre. Yo, aunque se me da mejor y me gusta mucho más el dibujo artístico, hice un trabajo correcto y al menos limpio. Cuando al cabo de dos o tres días nos entregaron los resultados del examen, comprobé estupefacto que mientras a mi compañero de mesa le habían aprobado con un seis de nota, a mí me habían suspendido con un cero cebollero. Protesté y como era de esperar, no sólo no valió de nada sino que el profesor me amenazó veladamente dejando claro quién era el que manejaba aquel cotarro... Al día siguiente ya no volví. Era la época en la que ya estaba en contacto con Fernando Arbex, hablando acerca de la idea de la creación de Brincos".
"En principio, mi retirada de los estudios fue dura para mi padre, por los motivos que ya todos sabemos, pero ante mi empeño, cedió y me permitió probar fortuna con la música. Debo decir que el hecho de que mi hermano Agustín se hubiera dedicado previamente a la farándula facilitó mucho las cosas. Con todo y con eso, mi padre estuvo orgulloso más tarde y hablaba de Los Brincos con auténtico deleite. Gracias a él, he recuperado gran cantidad de recortes y documentos de Los Brincos. Cuando murió, estando recogiendo y arreglando las cosas que le pertenecieron, descubrí carpetas de las que nunca tuve noticia y que él guardaba con gran cariño".
Extra Bonus Info: Ramón Morán (creador de las guitarras McJare y compañero de Manolo en Los Blue Shadows) después de leer la primera parte de este artículo, recordó que tenía en su colección una polaroid del famoso Amilcar de Emilio de Villota. La foto, que acompaña este texto, fue tomada en Madrid, en julio de 1966. Muestra al que luego sería famoso piloto, a los mandos del pequeño deportivo. Ramón nos aclara que el coche se hizo partiendo de un Amilcar de los años 20 del pasado siglo, que se modificó para hacerlo competir en carreras sobre pistas de ceniza (conocidas como 'Dirty Tracks'). El auto, al parecer, no tenía suficiente potencia para ello, aunque le sobraba para llevar de paseo a Emilio y a sus amigos de la pandilla, y para despertar la admiración del peatón. ¡Muchas gracias, Ramón!
La apasionante historia de Los Brincos, contada por Manolo, continúa en Pop Thing. No olvides volver de vez en cuando para enterarte de todas las novedades.
Escrito por Equipo de Pop Thing el 30 de Enero de 2007 · 05:57 PM
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