Durante los años 50, y mientras duró la Guerra Fría entre la URSS y los Estados Unidos, las posibilidades de que un norteamericano medio se encontrase un buen día con que un misil balístico intercontinental soviético había borrado del mapa la capital de su estado o la del país eran muy, muy grandes, muchísimo más de lo que pensamos hoy en día. La 3ª Guerra Mundial estuvo a punto de estallar en varias ocasiones entre 1950 y 1962. El ataque nuclear se convirtió en una obsesión social, y nadie mejor que Stanley Kramer para hacer reflexionar a toda una nación sobre un asunto tan candente. Por eso rodó La hora final en 1959. Con el tiempo, la película tal vez no se ha convertido en una de las más significativas de Kramer, porque dirigió otras muy buenas, pero para mucha gente es un auténtico clásico.
Kramer era un director al que le gustaban los grandes temas, los debates sociales, los argumentos de calado. Como os hemos dicho, nada había más importante en 1959 que la posibilidad de que un enfrentamiento nuclear entre los dos bloques borrase a toda la humanidad del mapa. La cuestión que se estaba empezando a plantear era que ningún bando podía salir vencedor en una contienda así. Este estado de opinión se había ido formando poco a poco en las sociedades occidentales desde que la Guerra de Corea finalizó en 1953. Hacía falta expresarlo en los foros adecuados, y el cine era uno muy poderoso. Había habido ya alguna película que había tratado el asunto de la guerra nuclear, pero se necesitaba una que impactase de verdad.
Nevil Shute Norway, el escritor inglés, había escrito en 1957 On The Beach, una novela sobre las consecuencias de un holocausto nuclear, que se convirtió en un gran éxito. Stanley Kramer, que ya había creado polémica en 1958 al tratar el racismo en Defiant Ones, decidió que el libro era la base perfecta para exponer el escabroso asunto de la guerra atómica y encargó a John Paxton que escribiera el guión. El argumento es claro y la historia se plantea sin contemplaciones: en 1964, una guerra termonuclear entre los Estados Unidos y la Unión Soviética ha acabado con todo rastro de vida en el hemisferio norte del planeta. La contienda ha sido han rápida y tan inesperada que cuando el submarino nuclear norteamericano USS Sawfish emerge a la superficie, todo ha acabado y la radiación se extiende por casi todo el planeta. Sólo Australia está temporalmente libre de sufrirla y allí se dirige el sumergible. El capitan Dwight Towers (Gregory Peck) se pone a la disposición del gobierno del país, pero no hay mucho que pueda hacerse: la nube de radiación alcanzará Australia en cinco meses como mucho. Sólo hay una esperanza: se está recibiendo una extraña y confusa señal en código Morse, emitida desde los alrededores de San Diego, en los Estados Unidos. Esto podría avalar las teorías de algunos científicos, que aseguran que la lluvia y la nieve del invierno han podido hacer descender el nivel de radiación en el hemisferio norte. El Sawfish partirá en un viaje de exploración para comprobar lo que sucede. Mientras, en Australia, la vida de cada día va cambiando poco a poco debido a las circunstancias, aunque la gente trata de olvidar y vivir con normalidad
La hora final es una película realista. Aquí no nos gusta contar los finales, pero la cosa no acaba bien: la señal de radio no es lo que todos creían y el nivel de radiación no ha descendido. El submarino regresa a Australia, donde ya se dan los primeros casos de enfermedad. Tan sólo queda tratar de vivir los últimos días con dignidad: Dwight Towers, sereno e imperturbable, continúa su romance con Moira Davidson (una magnífica Ava Gardner, en uno de sus últimos grandes papeles), Peter Holmes (Anthony Perkins) vuelve con su joven esposa y su hijo recién nacido y Juan Osborn (Fred Astaire, en su primer papel dramático) olvida su pasado como científico nuclear y pone a punto su Ferrari para correr el último Gran Prix australiano. Ya no queda tiempo y cada minuto cuenta.
¿Que es lo mejor de La hora final para nosotros? La historia y la reflexión que conlleva, por supuesto. La sólida interpretación de Gregory Peck y Ava Gardner. El placer de redescubrir a Anthony Perkins, un actor al que se encasilló muy injustamente después de Psicosis. El intenso blanco y negro y la fotografía. Y las escenas, sencillas pero impactantes, que muestran la desolación de San Francisco, San Diego y Sydney. También nos ha gustado la reedición en sí: es cierto que el DVD es de lo más espartano (nada de extras, ni siquiera el 'trailer') pero la película se ve con una nitidez que admira, y eso es lo que importa de verdad.
Director: Stanley Kramer.
Estudios: Metro Goldwyn Mayer / United Artists.
Protagonistas: Gregory Peck, Ava Gardner, Anthony Perkins, Fred Astaire, Donna Anderson, John Tate y Lola Brroks.
Formato: Blanco y negro.
Duración: 2 horas y 9 minutos.
Disponible en DVD: Sí, doblada al castellano y con varias opciones de idiomas y subtítulos. La versión española de este DVD no incluye encarte informativo.
Premios: Premio de la Academia Británica del Cine (1959, para Stanley Kramer).
Escrito por Equipo de Pop Thing el 9 de Septiembre de 2005 · 01:05 PM
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