Después de años en papeles secundarios, Michael Caine saltó a la fama internacional con 'The Ipcress File' (1965), una película de agentes secretos que proponía otra manera más real de ver los entresijos del Servicio Secreto Británico. Tras este filme, Michael Caine nunca miró atrás. Conoce los inicios de la carrera como estrella de uno de nuestros actores favoritos y entérate de todo lo que hay que saber sobre Harry Palmer, el agente rebelde.
No exageramos ni un ápice al decir que Harry Palmer es al menos tan bueno como James Bond y que las tres películas en que consistió la serie (rodadas en 1965, 1966 y 1967) son excelentes. Harry Palmer, es desde luego, Michael Caine, que para 1965 llevaba casi 10 años actuando sin excesiva fama, hasta que le propusieron convertirse en Harry. Si las películas de Bond eran adaptaciones de las novelas de espionaje de Ian Fleming, las de Palmer eran a su vez adaptaciones de las novelas de Len Deighton. Si Sean Connery supo dar desde la primera película Bond un estilo muy particular a su personaje, Caine hizo exactamente lo mismo con Harry Palmer, pero a su modo: nuestro agente secreto no va a ser un estirado miembro del Servicio Secreto más ‘clase alta’, sino una especie de ciudadano de a pie, un cockney londinense que se ve envuelto en el Servicio Secreto, lo que es bien diferente. Si Bond es arrojado y bastante arrogante, Palmer es astuto, inteligente, irónico, frío y... miope. Así es: que un personaje protagonista o más aún, que un actor de mediados de los 60 pudiese tener como símbolo identificativo unas gruesas gafas de concha era inédito, hasta entonces.
Michael Caine (nacido Maurice Micklewhite) era miope en la vida real. Y traspasó su miopía a uno de los mejores agentes secretos de todos los tiempos, con permiso de Matt Helm (Dean Martin, bastante divertido) y Derek Flint (James Coburn, más duro) que, de todas maneras, no eran agentes ingleses. El caso es que con serias intenciones de contrarrestar el “Efecto Bond”, Harry Palmer salió de su oficina.
‘The Ipcress File’, se rodó en 1965 y era un filme británico – alemán, con magníficos secundarios a pares (Gordon Jackson, Nigel Green...). Según muchos, es la mejor de las tres entregas de la serie, sin que eso quiera decir que las otras dos son malas (ni mucho menos). Aquí es donde el indisciplinado Palmer ingresa en las filas del Servicio Secreto para verse envuelto en un terrible embrollo de torturas mentales: una organización secuestra a científicos británicos para lavarles el cerebro y sólo Harry Palmer podrá destruir tan terrible amenaza y descubrir que el propio Servicio Secreto Británico escondía a un traidor entre sus filas. Y lo hace, en una peli que si se distancia de las Bond es, entre otras cosas, por su enfoque adulto, intelectual, serio: Harry Palmer no es el sexualmente hiperactivo Bond y carece de sus otras cualidades como brillante agente, pero sale adelante, tiene instinto y encanto. Es tan interesante como James Bond, pero la propuesta es totalmente diferente. En lo que coinciden Bond y Palmer es en su carácter británico: Bond parece más patriota, más conservador. Palmer está más desencantado, pero resulta igualmente inglés y se rodea de todos los elementos del Londres de 1965: edificios de instituciones oficiales, escenas en las cercanías del ‘Albert Hall’ o en ruinas industriales de los muelles del Támesis, chaquetas de ‘tweed’, sombreros hongos, paraguas... La película fue un bombazo de taquilla y crítica: obtuvo varios ‘British Academy Awards’ en 1965 (los Oscars británicos) y compitió en Cannes (aunque no fue premiada).
El director, Sidney. J. Furie, era una promesa del cine inglés que nunca terminó de revelarse en su totalidad. Pero en 1965 todo esto era genial: un director famoso, un actor ‘nuevo’ convertido en una estrella, un producto de calidad, una seria competencia a James Bond... lo que nos lleva a las secuelas. O más que secuelas, al nacimiento de la serie Palmer.
Escrito por Equipo de Pop Thing el 9 de Mayo de 2005 · 08:29 AM
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