Los Koobas, qué grupo más interesante. No es la primera vez que escribimos sobre ellos en Pop Thing (sin ir más lejos, aquí tienes el último artículo que les dedicamos). Quizá sean uno de los pocos grupos del pop británico de los 60 que, habiendo logrado cierta fama en su día, están pendientes hoy de ser más ampliamente apreciados. Por alguna razón que desconocemos, estos chicos de Liverpool no tienen ahora la repercusión que sí han conseguido otros conjuntos similares de esa misma época. The Koobas tuvieron una trayectoria muy coherente y un sonido tan moderno como contundente, grabaron estupendos sencillos, componían, se beneficiaban de una imagen atractiva y de apoyos de importancia, salían en los medios. Como en tantos otros casos, el éxito comercial no llegó. Ni tampoco la reivindicación posterior: en 2009 decíamos que el grupo no disponía en de un recopilatorio oficial y completo en el mercado, algo que no se ha corregido en 2014. Al menos, sí contamos con la reedición de Koobas, su primer y único álbum, grabado en los estudios de Abbey Road durante 1968, con David Paramor como productor y Geoff Emerick como ingeniero de sonido. BGO Records rescató este LP en el año 2000 y lo ha mantenido en su catálogo desde entonces.
En 1968, cuando The Koobas empezaron a grabar su LP, ya estaba casi decidido que el grupo iba a separarse. La idea era decir adiós mostrando lo que la banda era capaz de hacer, el mismo objetivo que había guiado a The Zombies en Odessey & Oracle, sólo cinco o seis meses antes. Ahí terminaban los parecidos con los chicos de St. Albans, porque, aunque algún periodista despistado haya dejado caer lo contrario, no podían ser conjuntos más diferentes. El cuarteto de Liverpool siempre mantuvo una línea artística muy definida, muy identificable, de ahí la mención a la coherencia que hacíamos antes: lo suyo siempre había sido el pop potente basado en las guitarras, esa mezcla de R&B y beat que luego mutó en ModPop enérgico, no tan distinto del de The Action, con muchas versiones de música negra, tocadas con Rickenbackers muy amplificadas.
Durante 1967 y 1968, Los Koobas retocaron su sonido, pero no alteraron demasiado sus fundamentos: siguieron siendo un grupo de guitarras, eléctrico e intenso (con nuevas lecciones aprendidas de Los Beatles, de Hendrix o de Cream), muy poco dado a las orquestaciones y a los arreglos de cuerda y viento. Si acaso, unas pinceladas de piano y mellotrón eran suficientes. Su incursión en la psicodelia, si es que la hubo, parecía más formal que otra cosa y no era ni pastoral ni costumbrista, no era como la de muchos otros músicos británicos, era como un pop más progresivo.
Con esas armas y bagajes, The Koobas grabaron en Abbey Road su único álbum. Ellos nunca dijeron que se tratase de un disco conceptual y tampoco menciona nada Tony Stratton-Smith (su mánager) en las notas de contraportada del LP original. Sin embargo, las canciones van unidas unas a otras por efectos de sonido, melodías y breves introducciones, que dan una cierta continuidad a todo el álbum. Y, si se escuchan las letras con atención, si parece detectarse una historia: la de un joven ejecutivo al que sonríe el éxito profesional, que viaja por Europa y observa muchas cosas que están sucediendo, pero que se duele de su vida rutinaria y de la falta de amigos. Al final, su empresa lo deja a un lado y lo destina, junto con su novia, a una remota sucursal de Tokio. Cada etapa de este camino vital se detalla -si es que es así- en su correspondiente canción.
Con historia o sin ella, lo que brilla en Koobas son las composiciones de Ellis, Morris y Leathwood, temas que, en buena parte, rayan a gran altura, sin perder ni la sensibilidad del pop más serio ni la comercialidad. De las diez canciones, unas son más pegadizas que otras, más memorables, pero, como poco, todas resultan interesantes. 'Barricades' es la mejor. Podría haber sido un éxito y parece un himno, con un sonido sorprendentemente actual. 'Royston Rose' es dinámica y urgente; 'Here's A Day' y 'Mr. Claire' son más delicadas; 'Gold Leaf Tree' es francamente bonita; la versión de 'A Little Piece Of My Heart' confirma que el cuarteto seguía atento a la música negra; 'Circus' es divertida y recuerda a Sgt. Pepper's. No es que Los Koobas se parezcan mucho a Los Beatles, pero está claro que escuchaban sus discos y que la influencia de The White Album se deja sentir de vez en cuando. Con Koobas, el grupo se despidió con un trabajo de una calidad incuestionable, que merece ser tenido más en cuenta hoy.
Extra Bonus Info: la reedición de este LP que hizo BGO, contiene material añadido. Si la discográfica hubiese hecho un esfuerzo más, esta reedición bien pudiera haber sido el recopilatorio completo que tanto echamos en falta. Nos explicamos: el compacto, además de las diez canciones de Koobas, incluye otras ocho, correspondientes a los cuatro últimos 'singles' del grupo en Columbia/EMI, puestos a la venta entre agosto de 1966 y mayo de 1968. Esto está muy bien, porque así se puede ver cómo cambió el sonido del grupo. Por ejemplo, la exhilarante y trepidante versión de 'Sweet Music' (1966) pertenece por derecho propio a la etapa más ModPop de Los Koobas, por no hablar de 'Face', su cara B. Pero 'Gipsy Fred', de enero de 1967, tiene ya bastante en común con los contenidos del álbum que vendría después. También puede aplicarse esto a la versión de 'The First Cut Is The Deepest', que es estupenda. Decíamos que la inclusión de estos extras está muy bien, pero, ya puestos, hubiera estado mucho mejor si se hubiese podido redondear la labor añadiendo también los tres sencillos que faltan: el primero con Columbia (1964) y los dos que grabaron para Pye entre 1965 y 1966. Con esto y alguna cara B europea, BGO habría dado todavía más empaque a este imprescindible compacto.
Escrito por Equipo de Pop Thing el 26 de Marzo de 2014 · 04:50 PM
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